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La Teoría del Oasis y el Antropoceno

Sobre el blog

David Balfagon
Ingeniero especialista en gestión de recursos con más de 10 años de experiencia en el sector del ciclo integral del agua. Interesado en la Historia de la Ciencia e Ingeniería del Agua. Doctorando en Lógica y Filosofía de la Ciencia.
  • Teoría Oasis y Antropoceno

A V. Gordon Childe (Sídney, 1892-1957) le debemos la conceptualización de dos de los hitos más relevantes de la prehistoria, conocidos gracias a él como la Revolución Neolítica y la Revolución Urbana. Debido a la influencia de estas aportaciones, su pensamiento sobre el proceso de evolución social gozó de gran predicamento durante el siglo XX y sigue siendo hoy, pese al historicismo marxista que denota tanto énfasis revolucionario, una referencia ineludible.

Una las hipótesis, si acaso una de las más sugerentes de este arqueólogo australiano, es la llamada Teoría del Oasis. Según lo expuesto en ella, el proceso de sedentarización de las organizaciones nómadas que ocupaban el Medio Oriente hacia el 10.000 a. de C. fue consecuencia de los efectos de un cambio climático. Un episodio de la Historia de La Tierra en el que un sensible aumento de las temperaturas comportó la retracción de las zonas húmedas: mientras los ríos y los lagos menguaban, las superficies áridas aumentaron en detrimento de bosques y prados. Esta nueva realidad medioambiental dificultó, y a la postre impidió, que hombres y mujeres vagaran despreocupados por un territorio abundante en agua y alimentos. Fue entonces cuando sus movimientos empezaron a restringirse, limitándose a las cercanías de aquellos oasis exclusivos. De aquellos parajes verdes y anegados en los que sucedió el origen de las civilizaciones.

De alguna manera, el ser humano comprendió que, para no perecer, era necesario procurarse el sustento por sí mismo, sin esperar a que la Naturaleza proveyera. Algo que fue posible gracias al éxito de dos respuestas adaptativas que marcarían el futuro de la especie: el mencionado acercamiento a las zonas húmedas y el desarrollo de la agricultura. Un ingenio tecnológico este último con el que, siguiendo la Teoría del Oasis, culminaría la Revolución Neolítica. Y que, como pudo haber pensado Gordon Childe, supone la más primitiva apropiación de los medios de producción. Es decir, la socialización del agua y de la tierra.

Más de diez mil años después, la preocupación por la disponibilidad de agua ante los indicios de un nuevo cambio climático persiste. No parece, en este sentido, que las cosas hayan cambiado demasiado. Ciertamente, desde una perspectiva histórica como la presentada, la insignificancia de nuestro tiempo es manifiesta. Podemos pensar, entonces, que la situación actual no es más que un brevísimo episodio de la Historia de La Tierra del que la humanidad, seguramente, saldrá airosa. Podemos pensar que las consecuencias negativas del calentamiento global serán neutralizadas por algún descubrimiento científico, por ejemplo. O que, simplemente, nos adaptaremos.

Sin embargo, tampoco parece razonable afirmar, sin más, que del neolítico a esta parte, nada haya cambiado. A este respecto, saco a colación las tesis del Antropoceno que, tras la introducción conceptual de Paul Crutzen, ha alcanzado una creciente notoriedad, más allá del ámbito de la geología. Estaríamos así, en los albores de una nueva Era caracterizada por la superación, hasta la disolución, de la jerarquía Naturaleza/Humanidad. El desarrollo industrial del siglo XVIII, la expansión demográfica, la tecnología nuclear y, por supuesto, la emisión de gases de efecto invernadero y el consecuente calentamiento global evidencian el poder del ser humano y su capacidad para llevar a cabo, no una mera apropiación local del agua y de la tierra, sino el adueñamiento del planeta en su conjunto.

Ante esto, cabe preguntarse si es posible una apropiación sin destrucción. Si es posible que la adaptación sea menos traumática para nosotros, los habitantes del siglo XXI y las generaciones posteriores. Y si las ciencias e ingenierías del agua, en particular, están en disposición de allanar un camino cuyo tránsito sea, tal vez ya, inevitable.

En las siguientes entradas, trataré de repasar otros episodios que muestren cómo las ciencias e ingenierías del agua han determinado el curso de la Historia.

Lecturas relacionadas:

  • Childe, V.G. 1928. The Most Ancient East: The Oriental Prelude to European Prehistory. Keagan Paul, Trench, True-ban, and Co. London. Acceso libre aquí.
  • McGuire, R. H., 2017. Leyendo y malinterpretando a V. Gordon Childe en América del Norte. Anuario de Arqueología, I(7), pp. 9-23.
  • Philippe, L. & Issberner, L.-R., 2020. UNESCO. [En línea] Disponible aquí.