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Empirismo, racionalismo e hidroinformática

Sobre el blog

David Balfagon
Ingeniero especialista en gestión de recursos con más de 10 años de experiencia en el sector del ciclo integral del agua. Interesado en la Historia de la Ciencia e Ingeniería del Agua. Doctorando en Lógica y Filosofía de la Ciencia.
  • Empirismo, racionalismo e hidroinformática

El río Ouche es un modesto afluente de la cuenca del Ródano. Su nacimiento se encuentra en el sur de la región de Borgoña y en Saint-Jean-de-Losne añade su volumen al caudaloso río Saona. Como tantos ríos en Francia, riega cultivos, viñedos y verdes praderas en las que pasta el ganado. Como tantos ríos en cualquier lugar del mundo, el reflejo del sol en sus aguas y su incesante discurrir sobre los fondos pedregosos, da vida y adorna el paisaje de pequeñas poblaciones. En ocasiones, también, es sombrío y silencioso.

Pero el río Ouche es conocido, sobre todo, por su paso a través de la histórica ciudad de Dijon, donde nació y vivió Henry Darcy (1803-1858), destacado científico e ingeniero del llamado periodo empírico de la hidrología. Fue, seguramente, en los márgenes de este río donde surgió su interés por la investigación de fenómenos tan relevantes como la pérdida de carga hidráulica o la permeabilidad de los lechos porosos. Guiado por datos experimentales, tomados a pie de campo o en laboratorios, el trabajo de Darcy dio lugar a resultados que hoy en día siguen siendo fundamentales para la hidráulica y la hidrogeología. La vigencia de la conocida como ecuación de Darcy-Weisbach y de la Ley de Darcy así lo demuestran.

El aludido periodo empírico, se caracterizó por buscar la fundamentación del conocimiento en la experiencia de lo particular. Las observaciones de fenómenos naturales y el registro de regularidades experimentales constituyeron el núcleo de una ciencia muy vinculada a los avances ingenieriles de la época. Los trabajos de Reynolds, Stokes o Manning son claros ejemplos del espíritu dominante en la segunda mitad del siglo XIX, en el que, de alguna manera, la práctica se imponía a la teoría.

Sin embargo, en el segundo tercio del siglo XX, los científicos e ingenieros dedicados a la hidrología consideraron que era necesario profundizar en la conceptualización de las entidades empíricas, inaugurando así el llamado periodo racional. El artículo de L. K. Sherman Hydrology as science (1937) incitaba, en esta línea, a emular la investigación en el campo de la electricidad, que ya por entonces disponía de un sólido corpus teórico. El propio Sherman contribuyó a ello, creando unos años antes la Theory of the unit hydrograph, curiosamente conocida en los países de habla hispana como el método racional. Otros científicos se sumaron a este propósito de racionalización. En este sentido, las aportaciones de Robert E. Horton (1875-1945) han de ser reconocidas por su impacto en el estudio de las escorrentías y, muy especialmente, en la definición de las fases del ciclo del agua.

Como los ríos, que adaptan su recorrido al relieve, tal como el Ouche hace desdoblándose para alimentar el lago Kir, en el corazón de Dijon, la ciencia debe su éxito a un incesante devenir. La ciencia consigue progresar gracias a la fluidez metodológica que, como en el caso de la hidrología, promueve la alternancia entre empirismo y racionalismo. No se trata, por tanto, de un método monolítico, sino de variadas estrategias que merodean en torno al todo vale.

En las últimas décadas, es un tercer modo de hacer ciencia el que está transformando el panorama científico-técnico. A la experimentación y la teorización se ha unido la computación. Y, en esta nueva era, la hidroinformática irrumpe con fuerza, no solo como una potente herramienta de cálculo sino, ante todo, como un instrumento destinado a integrar los factores sociales en el ámbito de las ciencias e ingenierías del agua. Porque el verdadero potencial de la hidroinformática, entendida en el amplio sentido que se merece, reside en su capacidad de generar modelos para la predicción de recursos hídricos y sistemas de soporte a la decisión que hagan posible una comunicación efectiva entre ciencia y sociedad. Algo que es cada vez más urgente, en el contexto de incertidumbre al que parece llevarnos el cambio climático.

Lecturas relacionadas

  • Dooge, J. C., 2003. Background to modern hydrology. Roma, IAHS/UNESCO.
  • Sherman, L., 1937. Hydrology as science. EOS Science by AGU, 18(2), pp. 514-516.
  • Vojinovic, Z. & Abbott, M., 2017. Twenty-Five Years of Hydroinformatics. Water, 9(59), p. 11.