La falta de financiación ha afectado a las infraestructuras hídricas durante décadas; el resultado es que la población de muchos países no tiene acceso a agua y saneamiento, con lo que aumenta el riesgo de contagio durante la pandemia de coronavirus, informa The Guardian.
Lavarse las manos es la primera medida para prevenir el contagio del coronavirus, pero el 75% de los hogares en países en desarrollo no disponen de agua ni jabón para hacerlo, según la ONG WaterAid. Además, alrededor de un tercio de los centros de salud en países en desarrollo tampoco tienen agua limpia. En este sentido, como señala Tim Wainwright, director ejecutivo de WaterAid, “la crisis del coronavirus pone en evidencia lo vulnerable que es el mundo”.
El Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos, presentado este pasado domingo con motivo del Día Mundial del Agua, advierte de esta falta crónica de financiación para infraestructuras hídricas en el mundo. Según el redactor jefe del informe Richard Connor, la razón es que no se ha hecho hincapié en los beneficios económicos del agua y el saneamiento. Agua y saneamiento se perciben como cuestiones sociales y ambientales, no como una cuestión económica, como es el caso de la energía.
Además, aunque la población puede estar dispuesta a pagar por tener agua corriente en casa, a menudo se piensa que las aguas residuales no son problema nuestro. Así que se convierten en un problema de las autoridades, que, nuevamente, no reconocen la importancia económica que tiene la depuración. Se tiende a considerarla como una cuestión medio ambiental, de baja prioridad.
Ahora, la crisis del coronavirus saca a la luz este error: los costes económicos del brote de coronavirus para las economías nacionales y para los ingresos de las familias son enormes. Quizá esta crisis nos ayude a darnos cuenta de la importancia del agua y el saneamiento, y conduzca a mayores inversiones.
El informe de la ONU señala otra fuente de renovado interés en inversiones en materia de aguas: conocemos mejor la relación entre el agua y la crisis climática. Los proyectos relacionados con el agua pueden reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y la depuración de aguas residuales es un claro ejemplo: entre un 3% y un 7% de las emisiones de estos gases a nivel global se asocian a las aguas residuales (más que las emisiones resultantes de volar en avión). La depuración puede convertir las aguas residuales de una fuente de carbono a una fuente de energía limpia. Otro ejemplo son las prácticas agrícolas, que pueden mejorarse para ahorrar agua y reducir emisiones de carbono al mismo tiempo: una mejor gestión de los suelos permite almacenar más materia orgánica, más carbono y más agua, haciéndolos más fértiles.
Es decir, las inversiones en materia de aguas no solo mejoran la calidad de vida de las personas, también disminuyen las emisiones de carbono y contribuyen al crecimiento económico, según el informe. Pero la mayoría de las inversiones destinadas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo se han centrado en otros sectores (el sector energético mayormente), y los proyectos relacionados con el agua han recibido escasa financiación. Como señaló Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, “el agua no tiene por qué ser un problema, puede ser parte de la solución”.