Desde el centro de la selva amazónica, Yurimaguas, una pequeña provincia de Loreto, el departamento más grande del Perú, pero no por ello uno de los más pobres y abandonados por el Estado, y donde se registra una condenable depredación de sus bosques y contaminación por derrames petroleros, un niño de once años, Novak Jdackomo Pérez Guerra, obtuvo el primer lugar en el Concurso Cuenta Cuentos “Unuimajta” (cuidado del agua, en el idioma awajum), organizado por la Administración Local de Agua Alto Amazonas, uno de los 74 órganos desconcentrados ―y acaso el que más trabaja en cultura del agua con jóvenes y niños― que posee la Autoridad Nacional del Agua (ANA), en el ámbito nacional.
Novak Pérez estudia en el I.E.P. José Cupertino Gomero Cotillo N° 62001y ganó con el cuento titulado “La Yacumama me lo dijo”. El segundo lugar correspondió a Jean Piero Tapullima Chujandama, del I.E.P. N° 62007 José María Arguedas, con la obra “Yo cuido y valoro el agua”. Fue en el marco de la campaña Río Limpio, dirigido a niños y niñas de 8 a 11 años, de las provincias de Alto Amazonas y Datem del Marañón, en el nororiente peruano, según me informó mi estimada colega Mary Delgadillo, ingeniera ambiental de reconocida trayectoria ecológica en la zona.
Bueno, vayamos al cuento ganador, sin mayor preámbulo, porque eso es lo interesante en esta nota periodística. El talento de un niño que, según su vivencia, costumbre, tradición, entorno verde y el asesoramiento de su profesor Simmon Giménez Guevara, lanza al viento desde la Amazonía un importante mensaje a la vida, al agua y el cuidado y respeto al medio ambiente.
LA YACUMAMA ME LO DIJO
Debo estar soñando, es posible que me haya quedado dormido de tanto esperar a que algún pez mordiera el anzuelo. Recuerdo que el abuelo me pidió que recogiera todos los implementos que necesitaríamos para ir de pesca, nos despedimos de la abuela y partimos rumbo al lago, que está bastante alejado del pueblo.
En ese lugar, el abuelo pescaba peces grandes y como era el cumpleaños de la abuela, estaba decidido a capturar acarahuazúes. Cerré los ojos e imaginé a la abuela poner los pescados en la brasa, se me hizo agua la boca de tan solo imaginarlo.
Estoy flotando, sobre mi cabeza veo correr el río turbio, no siento frío a pesar de traer puesta solo una trusa, He visto gigantescas vacas marinas, bufeos, rayas, y muchos peces, allá en la tierra ya no se ven peces tan grandes como estos. De pronto el río turbio que corre sobre mi cabeza se aclara y puedo ver a mi abuelo, está sentado sobre su canoa, fumando un cigarrillo, mientras espera el pez anhelado. Parece que estoy debajo del río, lo curioso es que puedo respirar. ¿Caí de la canoa cuando me quedé dormido?, ¿me estarán buscando, creyendo que me he ahogado?
― ¡Estás en el fondo del río, pero no estás muerto Antuco!
Me doy vuelta rápidamente y veo un pez, no es tan grande, pero es hermoso.
― Hola, soy un paiche, la madre del río quiso que vinieras, fuiste traído hasta aquí por los hermanos bufeos, ahora yo debo llevarte hasta donde está ella, ¡sígueme!
Lo veo alejarse, mientras tras de sí va dejando un rastro de espuma y burbujas. Sin perder el tiempo, me lanzó a la aventura y sigo la estela espumosa. En el camino me distraigo al ver a un grupo de acrobáticos bufeos, sin dudarlo, me acerco y trato de repetir las piruetas, después de muchos intentos al fin logro dominar la técnica y luego de dar varias volteretas, soy ovacionado por mis nuevos amigos, que entre chasquidos y silbidos me dicen que soy uno más del grupo.
― ¡No es momento de jugar!, ¡Antuco debes venir conmigo!, le dijo el paiche.
― Lo sentimos pequeño, solo tratábamos de ser amistosos y darle la bienvenida a nuestro mundo.
― Sé que ustedes no tienen mala intención, pero es prudente que nos vayamos, la madre del agua me ha dado instrucciones precisas y debo cumplirlas.
― ¡Adiós hermanos! Me gustó jugar con ustedes, ahora debo irme.
Por un buen tiempo nadamos en silencio, el joven paiche parecía muy concentrado y mantenía la mirada fija en el horizonte. Muchas preguntas giraban en mi cabeza, pero sobre todo me causaba curiosidad saber el por qué me había elegido a mí y no a otro niño.
Su voz diciendo mi nombre, me sacó de mis pensamientos y pude ver que habíamos llegado a un hermoso lugar. En medio de una extraña vegetación se alzaban imponentes enormes montañas, de las que se desparramaba una cortina gigantesca de aguas muy cristalinas.
Del arroyo que se formaba al caer el agua, emergió una boa gigantesca, se me paralizó el cuerpo y el miedo me invadió, yo era un minúsculo muchacho que sería presa fácil de esta gigantesca bestia, cerré los ojos cuando vi que la boa abría su enorme boca. Este será el fin, no volveré a ver a mis abuelos, pensaba mientras temblaba de miedo, cuando de pronto, escuché una dulce voz que me pedía que abriera los ojos.
Lentamente abrí los ojos y quedé asombrado al ver frente a mí a una hermosa mujer que me miraba con ternura y me decía: “¡No temas Antuco! Yo soy la yacumama, la protectora del mundo acuático, he pedido a mis hijos que te trajeran aquí, porque sé que tú puedes cumplir la misión que te voy a dar, eres un niño noble, compasivo y quieres mucho a tus abuelos, eso demuestra lo especial que eres, por eso debes escuchar con atención. Mi mundo está en peligro, muchas especies han desaparecido, otras están a punto de extinguirse, y las que aún sobreviven son capturadas. Los humanos desde hace un buen tiempo han arrojado a los ríos toda clase de basura y sustancias, ocasionando que muchas cochas, lagos, quebradas, ríos, mueran y con ellos muchos de mis hijos. Si esta situación continúa no solo será el fin de mi mundo, también tu mundo se destruirá Antuco. Por eso, debemos unir fuerzas para cuidar nuestros hogares”.
― Yo soy solo un niño, además cómo podría ayudar, es una tarea imposible.
― Antuco, tú eres el elegido y tienes un increíble poder, ahora debes volver, cree en ti y no temas, yo te ayudaré cuando sea necesario.
― ¡Antuco!... ¡Despierta hijo!
― ¿Qué pasó abuelo, dónde estoy?
― Te quedaste dormido cuando te contaba el día en el que mi padre me enseñó a pescar por primera vez. Debo haber hablado sin parar, eso me pasa siempre que recuerdo los viejos tiempos. Todavía estamos aquí en el lago, pero ya debemos regresar, pescamos lo suficiente.
― ¿Abuelo, crees que puedo llegar a cumplir una gran tarea?
― Todo se puede cumplir, por más imposible que parezca, solo hay que tener la voluntad de querer hacerlo.
― La tarea de la que te hablo abuelo consiste en proteger mundos, pero primero empezaré cuidando los ríos, ¡sé cómo hacerlo!
― -Me parece una tarea hermosa, muy noble, además; pero, ¿cómo se te ocurrió eso?
― La yacumama me lo dijo abuelo, me pidió que la ayudara, me ha dado muchas instrucciones, para cuidar el río.
― ¿Y por dónde empezarás?
― Empezaré en la casa, luego iré a la escuela, contaré el mensaje a todos mis amigos, para que estos se los cuenten a sus familias, de esta forma el mensaje llegará a más personas nuestro pueblo cambiará y nuestro ejemplo será seguido por otros pueblos, y así todos juntos protegeremos nuestros ríos.
― ¿Y cómo sabrás que estás haciendo lo correcto?
― La yacumama se transformará en lluvia y en un arcoíris gigante que cubrirá el cielo de punta a punta, entonces sabré que está alegre por mi obra.
― Abuelo, pero… ¿cómo lograré que el mensaje se escuche en la gran ciudad?
― Para eso, debes continuar en la escuela y aprender…, solo así tendrás el conocimiento, la llave para abrir muchas más puertas. Hoy diste un gran paso. Ahora debemos regresar, en casa nos espera una viejita a la que debemos alegrar.
― ¡Está bien abuelo! ¡A la abuelita linda vayamos a abrazar!
(Fin)