El agua es motor del desarrollo de las sociedades y de la vida de la naturaleza. Por ello, las grandes potencias como EE.UU., Rusia, China, India y la Unión Europea están invirtiendo miles de millones de dólares buscando agua en el espacio. Y la están hallando, pero es poca, apenas para futuras pequeñas colonizaciones extraterrestes. Es la primera necesidad para existir.
Aplicaré top down en el análisis. El agua (mar, ríos, lagos, lagunas, humedales y otros) en la Tierra está demandando aceleradamente eficacia y eficiencia en su gestión. Pero el problema se torna complejo, debido a que es superada por la acción social. Las sociedades están cambiando aceleradamente por efecto del avance de la ciencia y la tecnología, la globalización, la industria y el comercio, el incremento de la población, las migraciones, el consumismo, la agroindustria, la explotación de recursos naturales y los efectos del cambio climático (con un añadido de geopolítica).
Cuesta mucho a los gestores políticos del agua interpretar el lenguaje de los paisajes sociales y ecológicos (aquí podría ser de gran utilidad la Inteligencia Artificial, y el big data). Por ello, se plantea que la gestión del agua debe ser multidisciplinaria, holística, científica y con visión humana. Pareciera mentira, pero las sociedades antiguas supieron lidiar con estos desafíos y crearon resiliencia para la conservación y preservación de su existencia y entorno.
Leamos el reciente artículo de la BBC (2023) de Londres: ‘4 cosas en las que América era vanguardista antes de la llegada de Colón y los españoles’[1], donde destaca a las sociedades americanas precolombinas su hermandad con el medio ambiente, el cuidado del agua, la igualdad de género, la inexistencia de pobreza, la importancia del trabajo colectivo y las actividades productivas responsables, en la que incluso reciclaban. Perú lo demostró en la sociedad Inca.
En la sociedad peruana actual, la Autoridad Nacional del Agua ha cumplido 15 años y hace unos días estrena nuevo jefe. La reflexión obligada a estas alturas es que, siendo nuestro país el octavo en el mundo con más agua y séptimo en biodiversidad, es necesario recurrir a nuestras fortalezas institucionales para una mejor gestión.
La OCDE (2021) sostiene acertadamente que: “El desafío de Perú consiste en gran medida en pasar de enfoques de gestión de crisis hacia la administración de los recursos hídricos, basada en la gestión de riesgos y oportunidades en un contexto de creciente incertidumbre y necesidad de adaptación al cambio climático, explorando vínculos complejos entre políticas sectoriales (con énfasis en el nexo agua-energía-minería-alimentos-clima-biodiversidad)”. Debemos asumir el cambio, como un proceso natural en la gestión del agua.