Poner fin a la pobreza extrema y el hambre al 2030, en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible propuesto por las Naciones Unidas, no es de interés de los gobiernos de los países desarrollados. Las naciones ricas viven de las naciones pobres, usufructuando sus riquezas naturales, explotando mano de obra barata, alentando el consumismo, fomentando la dependencia financiera y el liberalismo, sin importarles incluso el cambio climático y la seguridad ecológica planetaria.
La red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible (SDSN) de las Naciones Unidas, a siete años de cumplirse este acuerdo global, ha concluido que “los ODS están muy lejos de cumplirse (…) no se prevé que se alcance ni un solo para 2030, y los países más pobres son los que más luchan. Y la cooperación global ha disminuido a medida que han aumentado las tensiones geopolíticas”.
Hace unos días, en la cumbre de la Habana (Cuba), el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, pidió a los líderes del Grupo de los 77 países en vías de desarrollo (G77) y China para que "luchen por un mundo que funcione para todos (…) Defendamos un sistema enraizado en la igualdad; defendamos un sistema dispuesto a revertir la injusticia y el olvido de siglos; y defendamos un sistema que beneficie a toda la humanidad y no sólo a los privilegiados", concluyó. Ergo, la cuestión es el sistema económico global imperante.
Pero aún no es asimilado por la mayoría de los líderes de los 193 Estados miembros que se reunieron en Nueva York, en el 78º periodo de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Solo reconocieron en una declaración conjunta que los ODS no se alcanzarán sin un impulso masivo a la inversión, a fin de lograr transiciones energéticas, alimentarias y digitales justas y equitativas, transformar la educación y la protección social en los países en desarrollo.
Esto no es el quid del asunto. El nudo gordiano que desestabiliza al planeta es la actual estructura geopolítica unipolar capitalista, que está conduciendo al abismo a la humanidad. Necesitamos un nuevo orden multipolar sustentable, plural, justo, democrático y solidario. Nuestro destino y el de la Tierra no puede depender de países poderosos con intereses alejados del bien global.
Por eso, para hacerle frente al dominante G-7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) surgen los BRICS, conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que este año en la XV Cumbre Johannesburgo (Sudáfrica) suman a Argentina, Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y Etiopía, representando el 30% del PBI y el 46% de la población mundial. Postulan políticamente un cambio en las relaciones internacionales para enfrentar con éxito los desafíos socieconómicos y la variabilidad climática.
Si los países desarrollados tuvieran voluntad integradora, pacifista y solidaria, independientemente de sus creencias ideológicas e intereses políticos y económicos, los ODS hubieran sido alcanzados incluso antes del 2030, con pandemia o sin pandemia, y no se estarían deshaciendo como castillos de arena ante la mirada impotente de los países en vías de desarrollo.