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¿Cómo de bien tengo mi sistema de distribución? (parte 1)

  • ¿Cómo bien tengo mi sistema distribución? (parte 1)

Debería ser una obligación prioritaria, en función de las posibilidades de cada cual, tratar de mejorar los procesos que nos rodean, empezando por aquellos que llevan asociados un consumo energético, o lo que es lo mismo, una emisión de CO2 a la atmósfera. En esta línea, y recientemente, Obama ha marcado unos objetivos muy ambiciosos para frenar el cambio climático y se ha limitado el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC con respecto a los niveles preindustriales en Conferencia sobre el Cambio Climático de París - COP21 organizado por Naciones Unidas. Buena noticia, a mi parecer, pero mucho trabajo para conseguirlo.

Para ello, lo primero es conocer lo que tenemos, cómo funciona y por dónde tenemos que “atacar” para mejorar. Es aquí donde reside la importancia de auditar todos los sistemas; ser capaz de conocer hasta el último detalle. Y como no, en los sistemas de distribución de agua potable, puede existir mucho margen de maniobra. Para empezar, su optimización significa menos kg de CO2 emitido a la atmósfera, y menos euros en la factura eléctrica. ¿Hacen falta más justificaciones para el ahorro?

Pues manos la obra. El primer paso es poder auditar nuestro sistema: Conocer dónde se consume el agua, quién la consume, a qué horas lo hace, dónde se pierde, y cuánto. ¡Ah! Y la energía. Y, también, la calidad química y bacteriológica del agua. Sí, son muchos datos pero son manejables y con ellos, tras su análisis, se obtendrá el estado real de nuestro sistema de distribución y sus debilidades. Un proceso tedioso pero no del todo complejo.

¿Y qué pasa si no tenemos todos los datos necesarios? ¿No podremos, entonces, realizar ni la auditoría hídrica, ni la energética? Esto no es del todo cierto. Dos sencillos cálculos se pueden realizar para conocer cuánta energía de más estamos consumiendo y cuánta agua se está escapando de nuestro sistema sin ser controlada.

En todos los sistemas de distribución que cuenten con algún bombeo es fácil conocer cuánto volumen impulsan (un simple contador), a qué altura lo hacen (manómetros o diferencia de cota) y cuál es el consumo energético mensual (llega en la factura de la compañía eléctrica).

Con todo ello se puede calcular el Consumo energético unitario (kWh/m3·mca), aplicando la siguiente sencilla fórmula:


El valor teórico e ideal de este ratio es de 0,2725 kWh/m3, pero hay que tener presente las pérdidas por fricción en la tubería de impulsión, las pérdidas singulares y que las bombas de impulsión presentan un rendimiento del orden del 70% debido a las pérdidas eléctricas y mecánicas. Con todo ello, se puede marcar como valor objetivo un ambicioso 0,4 kWh/m3 para nuestra instalación. El resto, euros y kg de CO2 de más. ¿Nos podemos permitir el lujo de malgastar? Claro que no. Veámoslo en un sencillo ejemplo.

Imagínate un depósito desde donde se bombea un caudal de 6000 lpm, con una diferencia de cota de 30 metros y durante 24 horas. Al cabo de un mes, la energía consumida ha sido de 42.800 kWh, el importe correspondiente de 5.250 euros y el consumo energético unitario resulta ser de 0,53. Ahora bien, si conseguimos sustituir una bomba con un mejor rendimiento, que nos reduzca este ratio a 0,4, obtendremos un consumo energético de 31.300 kWh y un coste de 3.850 euros mensuales. 1.400 euros menos, un 26% de ahorro. ¿Valdrá la pena modificar nuestro sistema?

En la siguiente entrada os hablaré de cómo estimar el volumen que se está escapando de nuestro sistema de una manera sencilla, rápida y potente.

Sobre el blog

Francisco Javier Salguero
Ingeniero Industrial y Máster en Ingeniería Hidráulica y Medio Ambiente. En la actualidad, se encuentra especializándose en hidráulica urbana.